Pondremos el mantel, tu quédate a mi lado, a comernos al amanecer lo que quieran las manos, y de postre un sol maldito que termine de volverme loco, que ya sabes que la luna a mí siempre me sabe a poco.
¡Ah, qué nidada de caricias salvajes descubrí! Guardadas en tu bosque desde el alba del mundo, esperaban la mano que llegara a arrancarlas, la mirada que las volcara sobre tus venas todas, el temblor que iniciara tu espasmo y tu locura. ...